Masacre en Ocaña: Hombres armados dispararon de manera indiscriminada contra locales comerciales y el Catatumbo bajo el terror

Tres de las victimas. Foto redes sociales
El domingo 9 de marzo, el municipio de Ocaña, en Norte de Santander, fue escenario de una masacre perpetrada por hombres armados en motocicletas que atacaron de manera indiscriminada dos locales comerciales. El ataque dejó cinco personas muertas y tres más heridas, lo que genera un ambiente de gran consternación y preocupación en la región.

Las víctimas fatales han sido identificadas como José Leonardo Amaya Amaya, de 39 años, propietario de uno de los negocios atacados; Yarileiny Lidueña Téllez, una menor de 17 años; Ángel María Cárdenas, de 48 años; Dijo Paredes Torres y Javier Cárdenas Rincón, un soldado retirado. Entre los heridos se encuentran Zulianis Yaneis Casas Ardila, Diosey Téllez Quintero y Jesús Albeiro Pérez Castro, quienes han sido trasladados al hospital Emiro Quintero Cañizares de la ciudad.

En total, cuatro hombres de entre 25 y 46 años y una joven de 17 años fueron asesinados en este violento ataque. Las tres personas heridas, un adolescente de 15 años y dos adultos, están recibiendo atención médica en el hospital local.

Esta masacre se convierte en el número 13 del año 2025, y es un reflejo de la creciente violencia en la región del Catatumbo, zona del país que ha sido históricamente afectada por enfrentamientos entre grupos armados ilegales como las disidencias de las FARC y el ELN. Aunque las autoridades aún no han determinado el móvil del crimen, no se descarta que el ataque esté relacionado con la guerra entre estos grupos armados, que ha generado múltiples desplazamientos en la región.

El alcalde de Ocaña, Emiro Cañizares, condenó el ataque y expresó su dolor por las vidas perdidas. En declaraciones a Blu Radio, afirmó: “De manera indiscriminada se disparó a las personas que estaban en dos sitios en donde ocurrió este hecho triste. Como gobierno municipal lo rechazamos, lo repudiamos, porque deja familias destruidas y tristemente hoy somos noticia por este hecho lamentable”.

El alcalde también mencionó que, entre el 16 y el 20 de febrero, cerca de 11,000 personas fueron desplazadas de 47 núcleos poblacionales debido a los enfrentamientos entre los grupos armados. Las autoridades están investigando si el ataque tiene alguna relación con esta situación.

En respuesta a la creciente violencia, el gobierno nacional nombró al general Mario Contreras como comandante militar para la región del Catatumbo. Esta decisión es parte del cumplimiento del decreto 118 de 2025, el cual fue expedido tras la declaratoria de estado de conmoción interior en la zona, con el objetivo de restablecer el orden público y reforzar la seguridad. El general Contreras, quien es comandante de la Brigada 30 del Ejército, asumirá el control operativo de las Fuerzas Militares y la Policía en 13 municipios del Catatumbo, el área metropolitana de Cúcuta y dos municipios del sur del Cesar.

Además, el general Contreras coordinará los servicios de inteligencia y contrainteligencia y tendrá la facultad de suspender temporalmente los permisos de porte de armas en zonas estratégicas, con el fin de garantizar la seguridad de los habitantes de la región y poner fin a la violencia desbordada.

Catatumbo bajo el terror: violencia incontrolable en la región

Bajo el terror de las balas y el silencio de una comunidad amenazada, amedrentada y frustrada, el Catatumbo continúa siendo una tierra de conflicto entre grupos armados organizados. La violencia sigue golpeando sin piedad, como se evidencia la misma noche del domingo 9 de marzo, cuando dos hombres fueron asesinados en El Tarra y La Gabarra, corregimiento de Tibú.

A las 9:30 pm, pobladores de estas áreas alertaron a las autoridades del hallazgo de los cuerpos de José Luis Torres y otro hombre no identificado. Según las versiones de la comunidad, Torres, quien se encontraba regresando al casco urbano de El Tarra, fue interceptado por sujetos que se identificaron como miembros del ELN. Lo secuestraron y más tarde apareció muerto con varios disparos en su cuerpo.

Un habitante del municipio, quien pidió el anonimato, comentó sobre la situación: “Se escuchó de la muerte, pero el por qué lo mataron, todavía no hay ninguna idea y uno tampoco se pone a preguntar, porque de una vez lo empiezan a perfilar. Lo más probable es que sea otra muerte más que se le atribuye al ELN”. Este testimonio refleja el miedo que sienten los ciudadanos, quienes evitan hacer preguntas o brindar información, pues temen represalias por parte de los grupos armados.

El ataque, que ocurrió en una zona boscosa del kilómetro 84 de El Tarra, dejó a la comunidad en shock. A pesar de la presencia de instalaciones policiales y militares en las cercanías, las autoridades no pudieron identificar a los responsables ni obtener detalles sobre los perpetradores. El miedo en la comunidad sigue siendo un obstáculo para que las investigaciones avancen.

Mientras tanto, en La Gabarra, otro hombre fue asesinado en un establecimiento comercial. Según las versiones, la víctima, que se encontraba jugando billar, fue sorprendida por desconocidos que dispararon contra él sin mediar palabra. A pesar de que el homicidio ocurrió en un área poblada, las autoridades locales no han logrado obtener detalles sobre los responsables, debido al temor de los testigos.

Por si fuera poco, en la tarde del lunes 10 de marzo, la violencia volvió a golpear en el municipio de Convención. Dos hombres fueron atacados a balazos en la zona rural del municipio, específicamente en el sector La Cadena Alta. Mientras uno de los heridos permanece en el hospital de Convención, Jesús Darío Manosalva Mejía, víctima mortal del ataque, falleció en el lugar debido a la gravedad de las heridas.

Según la comunidad, ambos hombres estaban jugando billar cuando fueron atacados por dos sujetos armados. A pesar de que se mencionó que Manosalva Mejía estaba siendo buscada por un grupo armado, las autoridades no han confirmado este dato. Lo que sí es cierto es que la situación de violencia en la región del Catatumbo sigue siendo incontrolable y las investigaciones enfrentan grandes desafíos debido a las condiciones de orden público.

Con la presencia de grupos armados que persisten en su lucha por el control territorial, el Catatumbo continúa siendo una región sumida en la violencia, donde los habitantes viven bajo constante amenaza, sin respuestas claras por parte de las autoridades. La impunidad prevalece y el miedo se convierte en una sombra que ahoga la esperanza de una paz duradera en esta tierra de conflicto.

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