La violencia volvió a teñir de sangre las vías del Catatumbo. En la vereda La Valera, corregimiento de La Silla, en la carretera que conecta Tibú con Cúcuta, Miguel Ángel López Rojas, conocido por su invaluable labor humanitaria como embalsamador, fue asesinado junto a su esposa, Zulay Durán Pacheco, y su hijo de nueve meses, Miguel Herney López Durán. El hijo mayor de la pareja, de 10 años, sobrevivió al ataque.
La familia fue interceptada por un grupo armado, que les arrebató la vida en una zona controlada por la delincuencia. Este crimen, la segunda masacre del año en Tibú, ha conmocionado a una región ya acostumbrada a vivir bajo la sombra del conflicto armado.
El embalsamador de guerra
Miguel Ángel López Rojas no era un hombre cualquiera. Dueño de la funeraria San Miguel, dedicó su vida a una tarea compleja y peligrosa: recuperar y preparar los cuerpos de las víctimas del conflicto en una de las zonas más violentas de Colombia. Aprendió el oficio de manera empírica y, en sus manos, pasaron más de 500 cuerpos, muchos de ellos de personas fallecidas en medio de la guerra.
En septiembre de 2024, el periodista Jhon Jácome inmortalizó su historia en el reportaje El Trabajo del Embalsamador de Guerra en Colombia, parte del formato Realidades. Miguel habló entonces de cómo lograba ejercer su labor en una “zona roja” gracias a la confianza tanto de las autoridades como de los grupos armados. “Nosotros salimos a cumplir una labor humanitaria”, dijo en aquella ocasión.
Miguel se destacaba por su respeto hacia los cuerpos que preparaba. Mientras trabajaba, ponía música a bajo volumen y, en ocasiones, hablaba con los cadáveres, pidiéndoles que lo ayudaran a cumplir con su oficio.
En el documental, Miguel reflexionó sobre su propia muerte, revelando su deseo: “Siempre le he dicho a mi familia: ‘No importa el ente de mi muerte, bien sea natural o violenta, quisiera una cremación’. Me dan fobia las bóvedas”.
Reacciones y medidas
La masacre ha causado indignación a nivel nacional. El presidente Gustavo Petro ofreció una recompensa de cien millones de pesos por información que permita identificar a los responsables. “Es necesario que esta tragedia no quede impune”, señaló el mandatario, enfatizando la urgente necesidad de frenar la ola de violencia que azota al Catatumbo.
Este nuevo acto de barbarie es un recordatorio de la incesante crisis humanitaria en Norte de Santander, donde las familias viven atrapadas entre las balas y el abandono estatal. El legado de Miguel Ángel López Rojas, un hombre que trabajó por la dignidad de los fallecidos en medio de la guerra, queda como un testimonio del impacto humano del conflicto armado en Colombia.
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