Cómo la desinformación sobre María Corina Machado reveló las grietas del periodismo y la necesidad de una audiencia crítica en la era de las fake news
La narrativa falsa era impactante: un ataque violento, disparos, heridos y una operación clandestina contra Machado, una figura polémica en la política venezolana. Las imágenes de supuestos enfrentamientos circularon ampliamente, alimentando una ola de indignación que no tardó en ser amplificada por grandes cadenas internacionales. Incluso figuras públicas y políticas, como el presidente Gustavo Petro, se vieron obligadas a intervenir. En un escueto mensaje, Petro desestimó las versiones con una frase lapidaria: “El mundo de las fake news”.
La ola de desinformación también arrastró a medios alternativos, que, en su afán por informar y competir con los gigantes de la comunicación, terminaron replicando datos sin corroborar. La situación alcanzó tal magnitud que figuras como Margarita Rosa de Francisco, conocida actriz y filósofa, llamaron a una reflexión profunda. “Debemos producir una opinión más instruida, basada en el debate entre posturas antagónicas y bien fundamentadas”, enfatizó.
Incluso gobernantes, alcaldes, gobernadores, exministros y expresidentes fueron víctimas de esta trampa de desinformación.
El clímax de este despropósito llegó con un video de la propia Corina Machado que desmintió todo lo ocurrido: “Estoy bien, estoy segura. Hoy 9 de enero salimos a una concentración maravillosa. Perdí mi cartera en la calle, pero ya estoy bien y a salvo. Venezuela será libre”. Estas palabras, tan simples como contundentes, desmoronaron la narrativa falsa y dejaron al descubierto el daño causado por la prisa, la especulación y la falta de rigor.
Reflexiones necesarias
El episodio no solo expuso la vulnerabilidad de los medios ante las fake news, sino también evidenció una preocupante crisis de honestidad intelectual y lealtad argumentativa. Las opiniones difundidas en redes sociales y medios tradicionales suelen estar plagadas de intereses ideológicos, económicos y políticos, que manipulan emociones, tergiversan datos y utilizan falacias como armas retóricas.
Los algoritmos de las redes sociales, diseñados para reforzar el sesgo de confirmación, agravan el problema al polarizar aún más el debate público. Este fenómeno no solo socava la confianza ciudadana, sino que también fomenta el fanatismo y levanta barreras que impiden el diálogo constructivo, una condición necesaria para alcanzar la verdad.
Un llamado a la responsabilidad
Es urgente que los periodistas y medios, grandes o pequeños, reflexionen sobre su rol en la sociedad. La búsqueda de la verdad debe ser un principio inquebrantable, incluso en un entorno donde la inmediatez parece ser el valor supremo. El rigor periodístico no puede ser sacrificado en el altar de la velocidad o la competencia.
La crisis también pone en el centro del debate la necesidad de educar a la audiencia para que sea más crítica y analítica frente a la información que consume. Como subrayó Margarita Rosa de Francisco, “es crucial fomentar un espacio de confrontación de ideas fundamentadas para enriquecer el debate público”.
El 9 de enero de 2025 quedó marcado como un día en que las mentiras se alzaron con una victoria temporal, pero también como un recordatorio de la necesidad imperante de fortalecer la calidad del periodismo y la capacidad crítica de la sociedad. La verdad no es solo un ideal: es una responsabilidad compartida que demanda honestidad, rigor y compromiso. Solo así podrá recuperarse la confianza perdida y construir un futuro donde la información sea una herramienta de emancipación y no de manipulación.
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Por: Hernando Angarita Carvajal
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1 Comentarios
Como lo dijo Perez Pirela en Desde Donde Sea de la Iguana de ayer, se hicieron un 8 hasta con la combinación de las palabras. Ya no sabían que más hacer con el nefasto resultado de la estrategia planteada por Maria Corina y su corte. Y fortaleciendo mucho más a Maduro y al chsvismo. Y los medios de comunicación a todo lo largo y ancho de América y el mundo se comieron el cuento mal comido. Menos mal. No fui uno de ellos.
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