La madrugada del 24 de diciembre, los niños de Cúcuta despertaron con la ilusión de encontrar bajo sus almohadas o junto a sus chancletas aquel regalo que tanto habían soñado. Con el eco de la letra del villancico “Dónde están los juguetes” resonando en sus mentes, la inocente espera se transformó en una desilusión desgarradora: el Niño Dios, el alcalde Jorge Acevedo, el gobernador William Villamizar, los concejales, los diputados y los congresistas no llegaron.
"Mamá donde están los juguetes? Ay mamá el niño no los trajo
será que no vio tu cartita que pusiste en la noche
sobre tus chancletitas
Mamá hoy me siento muy triste, mamá el niño no me quiere
será que tu hiciste algo malo y el niñito lo supo
Por eso no los trajo".
En los barrios más pobres de la ciudad, el silencio de la ausencia se sintió más fuerte que nunca. No hubo carritos, ni muñecas, ni balones de fútbol. Lo que sí apareció, para sorpresa de muchos, fue un grupo de disidentes de las FARC-EP, que aprovechó el vacío dejado por las autoridades para llegar con juguetes y un mensaje inesperado:
“Un fuerte abrazo les desea las FARC-EP frente 33. Queremos repartirle este pequeño detalle con mucho cariño de parte del camarada Jhon, Richard y Andrey. Feliz Navidad para todos”.
El video del momento circula por redes sociales, mostrando a una comunidad que, entre aplausos, recibió los obsequios. Padres agradecidos y niños con sonrisas brillantes posaban con los regalos, aunque en el aire quedaba una sensación inquietante: ¿cómo es posible que sean estos actores, que tanto dolor han causado, quienes logren llenar el vacío dejado por las instituciones?
El abandono institucional y la vergüenza del poder
La escena no tardó en desatar críticas y reclamos en la ciudad. Las autoridades, con una mirada esquiva y vacilante, intentaron justificar lo injustificable. ¿Dónde estaba el alcalde? ¿Dónde estaban los líderes políticos que, en épocas de campaña, recorren esos mismos barrios con promesas y pancartas?La respuesta a esas preguntas solo deja una amarga reflexión: la indiferencia institucional permite que otros ocupen su lugar, aunque estos no tengan ni la legitimidad ni el derecho para hacerlo.
La Navidad que merecen los niños
La Navidad no debería ser un escenario de desilusiones para los más pequeños. Esos niños cucuteños, con ojos brillantes y corazones llenos de esperanza, lo único que piden es un gesto que les confirme que son importantes, que alguien piensa en ellos.
Mientras las autoridades locales y nacionales esquivan responsabilidades, las comunidades quedan atrapadas entre la desolación y la incertidumbre. Una ciudad que permite que su niñez quede en manos de actores armados, legales o ilegales, está condenada a perpetuar la pobreza emocional y material de sus generaciones futuras.
Un anhelo para el próximo año
Al cerrar esta Navidad, los niños de Cúcuta, con corazones más fuertes de lo que deberían tener a su edad, rezan con la esperanza de que el próximo año sea diferente. Que llegue un alcalde con sensibilidad social, un gobernador con voluntad y líderes que entiendan que un pequeño regalo no es solo un objeto, sino un símbolo de amor, dignidad y esperanza.
Y mientras tanto, como dice el villancico:
“Rezaremos al cielo hasta el año que viene”.
Quizás el año próximo llegue el verdadero mensaje del Niño Jesús a los corazones de los más vulnerables, el que nunca debería faltar: el de la solidaridad genuina y el amor sincero por la niñez.
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