Petro tendrá que lograr mayorías en el Congreso para alcanzar varias de sus promesas de campaña. También limar asperezas en su relación con la fuerza pública y el empresariado.
l legislativo será la base de la gobernabilidad de su
administración y el primer renglón de los cambios que promete. Y mientras tanto
deberá mantener el país en marcha.
Marcarán este periodo: las relaciones con Estados
Unidos, el vínculo con la Venezuela de Nicolás Maduro; las amistades –y
enemistades– con la cúpula militar y los nexos que establezca con los
empresarios
Petro tiene 248 curules por conquistar
El Pacto Histórico es la fuerza mayoritaria en el
Congreso, pero no es mayoría. Esa alianza cuenta con apenas 20 de los 108
escaños del Senado y 27 de los 187 de la Cámara de Representantes. Esos números
dan cuenta de que, en principio, tiene 248 congresistas por convencer para
tramitar sus iniciativas legislativas.
La robustez de las bancadas –de gobierno, oposición e
independientes– se decantará el 20 de julio cuando el nuevo Congreso tome
posesión, pero desde ya se pueden hacer cuentas.
Para que la Presidencia le funcione, Gustavo Petro
tendrá que ser un equilibrista. Estar en la Casa de Nariño requiere dialogar
con sectores políticos, empresarios, instituciones y aliados internacionales,
más si se plantea un mandato de reformas.
Petro llega al poder con un ambicioso portafolio de
transformaciones: a la economía, al sistema de salud, a las pensiones, a las
relaciones internacionales y a los impuestos. Sin embargo, para hacerlo
realidad necesita conseguir innumerables “sí” del Congreso.
En el Senado los partidos de derecha tienen 55 de las
108 curules, están entre el Centro democrático, el Conservador, La U, el
Liberal, Cambio Radical, Mira y Colombia Justa Libres, además del asiento que
tendría Marelen Castillo por el Estatuto de Oposición.
En el otro bando se cuentan escuetamente 37 curules
cercanas a la izquierda o al centro, entre los bancos que tienen la Alianza
Verde, el partido Comunes y el mismo Pacto Histórico.
Aunque las cuentas en la Cámara de Representantes son
más complejas por la diversidad de asociaciones políticas, el recinto parece
liderado por la derecha.
Para que la balanza se incline, serán determinantes
los 14 asientos del Liberal en el Senado y los 32 que tiene en la Cámara, pues
el partido de César Gaviria fue cercano a Petro antes de la primera vuelta,
pero las conversaciones cesaron porque Gaviria decidió apoyar a Federico
Gutiérrez.
Las fuerzas del Congreso serán las que determinen si
Petro puede llevar a cabo sus reformas laboral, pensional, policial, rural,
tributaria y de salud.
Replantear una amistad de 200 años
En el trato de Gustavo Petro con Estados Unidos hay
ruidos, pero el secretario de Estado Anthony Blinken ya dijo que está presto a
mejorar la relación bilateral.
El presidente electo puso en la agenda la posibilidad
de renegociar el tratado de libre comercio con ese país, según él, solo si las
dos partes están de acuerdo; ha sido un crítico de la relación bilateral que
este domingo cumplió 200 años.
Pero hay un antes y un después entre el Petro que
ejercía como senador y candidato y el que se juramentará el 7 de agosto, con un
discurso más amable con el capitalismo y el multilateralismo.
Es probable que designe a Luis Gilberto Murillo
–exministro de Ambiente y exfórmula vicepresidencial de Sergio Fajardo– como
embajador de Colombia en Washington. Murillo, un ingeniero nacido en el Medio
San Juan de Chocó, se reunió con empresarios estadounidenses este año, antes de
la primera vuelta, y se perfila como el posible reemplazo de Juan Carlos
Pinzón, quien renunció al conocer la victoria de Petro, pero con una dimisión
que apenas se hará efectiva el 6 de agosto.
En la oficina de Estados Unidos en Bogotá también se
avizoran cambios. Francisco Palmieri está como embajador encargado y el
Congreso de ese país debe designar a un nuevo diplomático que podría ser Jean
Elizabeth Manes.
Antes de dejar la Embajada, Philip S. Goldberg dejó
claro que la Casa Blanca estaba presta a tener relaciones con quien llegara a
la Casa de Nariño, un mensaje que reiteró Blinken horas después de que se
confirmará el ascenso de Gustavo Petro al poder.
Petro en su discurso de triunfo propuso un nuevo
“diálogo entre las Américas” y planteó que la diplomacia de Colombia se
reenfoque hacia el cambio climático. Entre sus líneas está la promesa de
liderar el latinoamericanismo.
¿El nuevo mejor amigo de Maduro?
Gustavo Petro asumirá el poder en un escenario
regional de gobiernos de izquierda: Gabriel Boric en Chile, Pedro Castillo en
Perú, Nicolás Maduro en Venezuela y la posibilidad abierta de que Lula da Silva
regrese a la Presidencia de Brasil en octubre de este año.
En la noche del domingo, ante las 14.000 personas que
se congregaron en el Movistar Arena, el mandatario electo propuso a “América
Latina integrarnos más decididamente”, y a Colombia le planteó “mirarnos como
latinoamericanos, que es lo que somos”.
Nicolás Maduro fue uno de los primeros mandatarios en
saludar la victoria de Petro manifestando su voluntad de trabajar en la
construcción de una “renovada etapa de relaciones integrales”.
Desde ya se avizora el reestablecimiento de los
vínculos diplomáticos entre los dos estados, rotos desde enero de 2019 cuando
Colombia reconoció al opositor Juan Guaidó como presidente interino de
Venezuela. Dar ese paso es más que un discurso: implica reactivar 15
consulados.
La fórmula del cerco diplomático no funcionó para sacar a Maduro del Palacio de Miraflores. En contraste, los departamentos y estados de frontera sintieron los impactos en su economía, la falta de relaciones diplomáticas dejó a desatendidos a los connacionales y Latinoamérica estuvo hablando de transición en Venezuela sin conversar con Maduro. La relación Colombia-Venezuela cambió de relato en el tránsito de la Presidencia de Álvaro Uribe a la de Juan Manuel Santos, se volvió a transformar en la de Iván Duque y el mandato que Gustavo Petro comienza el 7 de agosto no será la excepción.
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