Unos
días antes de la Navidad del 2019, el entonces ministro Jorge Jesús
Rodríguez Gómez presentó ante el país lo que llamó el caso Honor y
Gloria Venezuela, asegurando que, por orden de Leopoldo López y Juan Guaidó,
iban a asaltar la Base Gran Mariscal Sucre y el Comando de la Guardia Nacional
Nr. 53. Habló de 10 militares y policías hoy detenidos. Desde entonces
ocurrieron brutales torturas, actas de investigación con datos falsos y en
más de 10 oportunidades han diferido la audiencia que dé inicio al juicio,
porque la juez alega que “aún no le han dado la orden”.
Así lo
relataron a Infobae la hermana del sargento primero Víctor Ignacio
Rodríguez Romero y la esposa de Juan Carlos Macualo Orozco, funcionario de la
Policía del municipio Páez del estado Apure. Ellas coinciden en señalar que les
imputan los delitos: terrorismo, conspiración y asociación para delinquir
“porque los incluyeron en un grupo de WhatsApp”. La presión para que se
declaren culpables ha sido constante con la advertencia de que si no lo hacen
serán condenados a 30 años de prisión.
Los 10
detenidos por el caso Honor y Gloria son: Alexi Jiménez, César Mayora, Deivis
Malavé, José Yeguez, Jesús Castro, Juan Carlos Macualo, Justo Salamanca, Luis
Lira, Marcos Fuente y Víctor Rodríguez. El caso está en manos de la Juez contra
el terrorismo Hennit Carolina López Mesa, de 39 años de edad, quien lleva
varios casos emblemáticos. Los fiscales han sido: Elin Teodoro León Aguilar,
Dinora Bustamante Puerta y Farik Karin Mora Salcedo; y defensores públicos
Marjorie Maily Maggiolo Díaz y Chiriannys Pacheco.
Mientras
el inicio del juicio se retarda, aparecen quienes le argumentan a cada familia
de los detenidos que el mismo se aligera si consiguen 5 mil dólares y
que así su familiar conseguirá una medida sustitutiva de libertad.
Le
arrancaron las uñas
El 15
de diciembre del 2019 el sargento primero Víctor Ignacio Rodríguez Romero,
de 31 años de edad, fue detenido en Barinas. Esa mañana estaba de guardia
cuando una comisión de la Guardia Nacional llegó informándole que tenía una
reunión con el general Leonardo Vinci Bonetto en el Destacamento 14 de la GNB.
“Todo era mentira. Fue para detenerlo sin orden de aprehensión, sin estar
solicitado. De inmediato le quitaron su teléfono y unos funcionarios de la
Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) lo revisaron. Le
notificaron que lo iban a llevar para que los acompañara a Caracas por
averiguaciones, donde fue torturado”, le dice a Infobae su hermana
Igmar Rodríguez.
El
funcionario militar prestaba servicio, día por medio y los fines de semana, como
resguardo del Centro de Diagnóstico Integral (CDI) Mi Jardín Don Pedro Pérez
Delgado Maisanta, ubicado en el municipio Barinas, estado del mismo nombre. De
ese sitio se lo llevan para la DGCIM en Valencia y el 17 de diciembre del 2019
para la DGCIM Caracas, donde permaneció hasta el 27 de abril del 2020, cuando
es trasladado hasta la cárcel de Ramo Verde.
Ya en
la DGCIM de Boleíta en Caracas, según su hermana, el Sgt estuvo varios días en
la antesala del área donde están los detenidos. “No lo metían en la celda
porque no encontraban qué delito imputarle y así se lo decían”.
Asegura
que “él no tenía cargos pero que como estaba ahí ya tenían que dejarlo. Para
justificar su traslado y aprehensión le tenían que crear algún cargo y así fue
como le señalaron tres: terrorismo, instigación a delinquir y traición a
la patria”.
A
Rodríguez Romero lo dejan privado de libertad porque en el teléfono móvil le
encontraron conversaciones con su hermano mayor que vive en Colombia. Los
funcionarios le dijeron que su hermano Eddier Rodríguez estaba
comprometido con un grupo para que invadieran a Venezuela. “A Víctor Ignacio lo
torturaron, colocándole corriente en sus partes íntimas, le despegaron las
uñas, le dieron patadas en todo el cuerpo y cachetadas. Lo han tratado como un
animal para presionar a que mi otro hermano se entregue”.
“Hace
un par de semanas fue personal del IPSFA (Istituto de Previsión Social de la
Fuerza Armada) y le dijeron que renunciara, así no le hacen descuentos, porque
ellos nos sabían que él estaba preso y que la información que tenían era que
había desertado. Imagínese eso”.
Otra de
las irregularidades que relata Igmar Rodríguez y que se corresponde con muchas
de las denuncias hechas por gran cantidad de presos militares y civiles es
la no concordancia entre la fecha real de detención y la que la DGCIM
plasma en sus actas. “A mi hermano lo detienen en Barinas, pero en el
expediente dice que lo detuvieron, con unos policías, en Cumaná, estado Sucre
el 27 de noviembre, cuando en realidad fue el 15 de diciembre y hay testigos
que fue en el CDI de Barinas. A él no lo detienen en Cumaná, nunca ha trabajado
en ese lugar, ni tenemos familia ahí. A él lo detuvieron estando de servicio
cuando la DGCIM se lo llevó hasta el Destacamento 14″.
Ella
reconoce que su hermano, durante unos días de permiso, en octubre del 2019, fue
con su esposa a Colombia. “Pero fue solo para visitar a un familiar de ella; su
esposa decide quedarse allá y Víctor Ignacio se regresa, pero no es que estaba
haciendo contacto con paramilitares ni nada de eso. Dos meses después es que a
él lo detienen”.
Como
pasa con muchos casos, los jueces y fiscales presionan para que los
detenidos no tengan defensa privada, sino que les imponen defensores públicos
que en el caso de los militares se convierte en un grave problema porque
no defienden a sus representados, sino se limitan a cumplir órdenes. En el caso
del sargento Rodríguez Romero “la defensora pública Maryori Maggiolo brilla por
su ausencia”.
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